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El 80% de las mujeres en tratamiento por adicciones han sufrido violencia de género

La campaña «Reconocerlas es el primer paso» denuncia la falta de recursos adaptados para las mujeres que enfrentan simultáneamente consumo problemático y violencia machista

La intersección entre adicciones y violencia de género constituye una de las realidades más invisibilizadas del panorama sociosanitario español. Con motivo del 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, la Red de Atención a las Adicciones (UNAD) ha lanzado la campaña «Reconocerlas es el primer paso», a la que se han sumado numerosas entidades especializadas en el tratamiento de adicciones y la reinserción social.

Los datos que sustentan esta iniciativa resultan contundentes. Según los estudios disponibles en este ámbito, aproximadamente el 80% de las mujeres que se encuentran en tratamiento por abuso de sustancias han experimentado algún tipo de violencia a lo largo de sus vidas, ya sea física, sexual o psicológica. Esta cifra se eleva al 70% en el caso de las mujeres con adicciones comportamentales, como la ludopatía o la adicción a las nuevas tecnologías.

Una brecha de género persistente en el acceso al tratamiento

Las estadísticas de atención de la red UNAD durante el último año reflejan una brecha de género significativa. De las casi 38.000 personas que recibieron atención especializada, únicamente el 22% fueron mujeres. Esta desproporción no responde a una menor prevalencia de los trastornos adictivos en población femenina, sino a las barreras específicas que dificultan que las mujeres soliciten ayuda.

Cuando una mujer es víctima de violencia de género y además presenta un consumo problemático, el estigma social se multiplica exponencialmente. El miedo al juicio, la vergüenza y la falta de recursos que contemplen sus circunstancias específicas, especialmente cuando tienen hijos e hijas a su cargo, configuran un escenario que perpetúa la invisibilidad y el sufrimiento.

El testimonio como eje de la campaña

El vídeo central de «Reconocerlas es el primer paso» presenta el testimonio de una mujer que reconoce su consumo problemático como mecanismo de afrontamiento ante el dolor. La frase «Muy bien, reconocerlo es el primer paso» adquiere un significado radicalmente distinto cuando ella revela que ese dolor proviene de la violencia ejercida por su pareja. Lo que inicialmente parece un mensaje de apoyo se transforma en evidencia de la falta de estructuras reales de acompañamiento para estas mujeres.

Las entidades especializadas denuncian que muchas mujeres que dan pasos hacia su recuperación se encuentran sin ayudas adaptadas, sin acompañamiento especializado que aborde de manera integral la adicción y la violencia, y sin espacios seguros donde puedan recibir tratamiento junto a sus hijas e hijos.

Perfil de las mujeres atendidas por adicciones en España

El perfil predominante de las mujeres que acceden a tratamiento por adicción a sustancias corresponde a una mujer de 34 años de edad media, de nacionalidad española, con estudios primarios y en situación de desempleo. La mayoría son madres, y cerca del 49% presenta patología dual, es decir, un trastorno adictivo coexistente con algún problema de salud mental.

Las sustancias que motivan con mayor frecuencia la demanda de tratamiento son el alcohol, seguido de la cocaína y el cannabis. Un dato especialmente preocupante es que muchas de estas mujeres acumulan más de diez años de consumo y comenzaron a consumir antes de cumplir los dieciocho años, lo que sugiere una vulnerabilidad temprana frecuentemente vinculada a experiencias traumáticas.

Un reconocimiento institucional que debe traducirse en recursos

La campaña de este año subraya un avance significativo en el ámbito institucional. Por primera vez, el Pacto de Estado contra la Violencia de Género reconoce explícitamente la situación específica de las mujeres con adicciones víctimas de violencia machista. Sin embargo, desde UNAD y las entidades adheridas insisten en que este reconocimiento debe materializarse en la creación de recursos efectivos, programas de tratamiento con perspectiva de género y espacios de acogida que permitan a estas mujeres iniciar su proceso de recuperación en condiciones de seguridad.

La reivindicación es clara: no basta con reconocer el problema, es necesario articular respuestas que atiendan la complejidad de unas situaciones en las que la adicción y la violencia se retroalimentan, generando un círculo del que resulta extraordinariamente difícil salir sin apoyos especializados.

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