La drogodependencia o adicción a las drogas es una enfermedad que conlleva serias consecuencias a nivel físico, psicológico y social. Se manifiesta mediante un patrón de comportamiento desadaptativo, en el que el consumo de sustancias como alcohol, cocaína, cannabis o psicofármacos se convierte en una prioridad para la persona, por encima de aspectos fundamentales de su vida. Este cambio de prioridades suele provocar un notable deterioro en distintas áreas personales. Además, existen también adicciones sin sustancia, conocidas como adicciones comportamentales, que incluyen el juego con apuestas, el uso compulsivo de internet, las compras, la actividad sexual o determinadas conductas repetitivas que generan dependencia.
En términos generales, todas las drogas afectan al sistema nervioso central mediante la liberación de neurotransmisores que alteran su funcionamiento natural. Con el tiempo, el organismo pierde su capacidad para producir estas sustancias por sí mismo, lo que genera una necesidad fisiológica de consumir para mantener el equilibrio interno y evitar el malestar físico y emocional asociado a la abstinencia.
Desde una perspectiva psicológica, las sustancias adictivas suelen cumplir una función concreta para quien las consume. Pueden aliviar temporalmente emociones dolorosas, proporcionar una sensación de escape o responder a necesidades internas como la búsqueda de euforia, desinhibición o control. Esta experiencia refuerza la creencia de que el consumo es necesario para sentirse bien, generando un vínculo cada vez más fuerte con la sustancia.
A medida que la adicción avanza, la persona pierde la capacidad de controlar el consumo, incluso cuando reconoce las consecuencias negativas que este conlleva. Uno de los rasgos centrales de esta enfermedad es la alteración del cerebro, especialmente en las áreas relacionadas con el autocontrol y la toma de decisiones. Este cambio neurobiológico hace que el consumo deje de ser voluntario: la persona ya no consume por elección, sino porque siente que no puede dejar de hacerlo.
La toma de conciencia de una adicción
El proceso de reconocer una adicción y abandonar el consumo atraviesa diversas fases o etapas. Estas fueron definidas por los psicólogos James Prochaska y Carlo DiClemente, quienes desarrollaron un modelo que explica cómo las personas avanzan desde la negación hasta el cambio y la recuperación.
Etapa de precontemplación:
En esta fase, la persona consume sin reconocer ni ser consciente de las consecuencias negativas que su conducta le genera. Aún no percibe el consumo como un problema, lo que dificulta el inicio del cambio o la búsqueda de ayuda.
Etapa de contemplación:
En esta etapa, la persona comienza a reconocer que su consumo puede ser problemático y considera la necesidad de realizar un cambio. Surge entonces la disonancia cognitiva, una sensación de conflicto interno entre lo que hace y lo que cree que debería hacer, marcando el inicio de la toma de conciencia frente a la adicción.
Etapa de preparación:
En esta fase, la persona reflexiona de forma más profunda sobre los cambios que necesita realizar en su vida para modificar su conducta de consumo. Existe una mayor motivación y compromiso hacia el cambio, lo que representa un paso clave en el proceso de recuperación de una adicción.
Etapa de acción:
En esta etapa, la persona comienza a poner en práctica los cambios planificados para reducir o eliminar el consumo. Es un momento decisivo en el proceso de recuperación, donde la acción sustituye a la intención y se consolidan nuevos hábitos más saludables.
Etapa de mantenimiento:
En esta fase, la persona integra los nuevos hábitos en su estilo de vida y logra mantenerlos de forma estable. Se considera que ha alcanzado la etapa de mantenimiento cuando estas conductas saludables se sostienen durante más de seis meses, consolidando así el proceso de recuperación y prevención de recaídas.
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A pesar de los avances logrados, pueden producirse recaídas que lleven a la persona a reiniciar el ciclo de cambio. Este modelo refleja la complejidad del proceso y explica por qué resulta tan difícil que alguien reconozca su adicción, incluso cuando su entorno se lo advierte. Cada etapa implica una actitud mental distinta y requiere una intervención profesional adaptada para facilitar el progreso y consolidar los resultados. Por ello, es fundamental contar con la orientación de especialistas en adicciones que diseñen un tratamiento personalizado, tanto para la persona afectada como para su familia.